martes, 27 de enero de 2009

SOMBRAS MÓVILES DE ÁRBOLES

Siestas. Siestas eternas y sofocantes que duraban más de lo querido y en las que había que permanecer en silencio. Siestas en las que, recostada en el suelo caliente, quedaba atrapada en esas redes extrañas y sutiles.
Redes formadas por gruesos trazos de sombra y puntos de luz, o por tenues hilos luminosos y manchas de sombra. Nunca pude descifrar cuál era la trama correcta, nunca pude leer, ni siquiera ahora, el lenguaje calmo de la sombra móvil de los árboles. Y menos aún el de la sombra del parral.
Pero no importa, algo dicen, algo cuentan, algo sugieren, que me aquieta y que me acalla y que me acuna. Como flotar en un río manso, como nubes en rebaño, como guirnaldas de luciérnagas, como monótono sonsonete de cigarras.
Como tu voz, cuando dice lo que espero, aunque no pueda descifrar la trama correcta, del entretejido extraño en que se funden las sombras móviles de tu alma y de mi alma.

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