martes, 27 de enero de 2009

OTRO

Otro beso en la esquina de las sombras.

-Ya amanece.

Otra caricia.

-¿Y a quién le importa?

Como niños que esconden un secreto, cerramos las persianas, corremos las cortinas.

Para escaparnos del sol, de la luz, de la condena.

Para desdibujarnos en otro abrazo impúdico y glorioso.

Para perdernos.

Para ganarnos.

SOMBRAS MÓVILES DE ÁRBOLES

Siestas. Siestas eternas y sofocantes que duraban más de lo querido y en las que había que permanecer en silencio. Siestas en las que, recostada en el suelo caliente, quedaba atrapada en esas redes extrañas y sutiles.
Redes formadas por gruesos trazos de sombra y puntos de luz, o por tenues hilos luminosos y manchas de sombra. Nunca pude descifrar cuál era la trama correcta, nunca pude leer, ni siquiera ahora, el lenguaje calmo de la sombra móvil de los árboles. Y menos aún el de la sombra del parral.
Pero no importa, algo dicen, algo cuentan, algo sugieren, que me aquieta y que me acalla y que me acuna. Como flotar en un río manso, como nubes en rebaño, como guirnaldas de luciérnagas, como monótono sonsonete de cigarras.
Como tu voz, cuando dice lo que espero, aunque no pueda descifrar la trama correcta, del entretejido extraño en que se funden las sombras móviles de tu alma y de mi alma.

LA CHACRA


Amanece. Despacito, como amanece siempre en el llano, con un sol inmenso y rojo como rodaja de sandía. Y se enciende un alboroto de gallinas y un coro de mugidos.
En el monte, los pájaros hablan todos a la vez, como un eco burlón de lo que ocurre en la gran cocina de la casa.
Después surgen otros ruidos: de correajes, de cuero crujiente y estribos, de tranqueras que se abren, de ladridos de perros ansiosos.
Los hombres parten rumbo a ese horizonte interminable, haciendo caracolear sus potros, levantando polvo, recortándose como esculturas contra el sol rojo del verano.
Y de pronto todo queda callado y calmo, dulcemente quieto, hasta que algunas chicharras se animan a iniciar su anuncio de calor.
Entonces, ella cruza el patio barrido, hasta el aljibe, que con su violín de roldana acompañará su itálica voz cantando “il mazuliiín di fiori que ven da la montaaaaña...”